Cartas a Basilio XII

Querido Basilio

Te hablé alguna vez de unos amigos, a los que no veo mucho pero que es honda su impresión en mi, tanto la de su pintura, como en algún caso la suya también

¿Por qué?

Porque su pintura (su arte) es de una gran radicalidad, a la par que humilde y vital. Esto se da en un contexto que bien podría llamarse “vanguardias españolas de interior”, viviendo apartadas (creando apartadas) pero no desconectadas del mundo. Estos amigos parecen escapar, incluso renunciar, al “afuera” de las cosas, para buscar un “adentro” que se quiere ¿Se necesita? alcanzar. No sé si los mueve la duda, el auto-descubrimiento o alguna otra razón.

Ortega Muñoz, Javier Fernández de Molina y José Antonio Cáceres

He conocido a todos de forma diferente, y con todos me queda una sensación de quietud intuitiva, no verbalizable.

A Godofredo Ortega Muñoz le conocí en el MEIAC, o quizá antes, en una galería de Mérida. Estaba hendido en las pinturas de puertas de acceso a corijos, una versión refinada de lo que nosotros llamamos “arrate”, puertas rústicas enmarcando un paisaje de dehesa. El pintor, refleja de forma tan sintética el labrado de los campos, la división de tierras con sombríos muretes de piedra seca, y los arboles !Que arboles! encinas, alcornoques y castaños que bailan el paisaje como los santos de Berruguete.

No puedo evitar pensar en el realismo poético de la generación del 98, mirando a castilla con ojos negros, en cambio, Ortega Muñoz procesa un claro amor al paisaje, a su paisaje rural. Éste amor, ésta forma de mirar, supura más allá del tema y de las formas de representación. Hay que enfrentarse a su pintura para sentir el silencio y la eternidad que alcanza, el retiro del pintor y la búsqueda que emprende.

A Fernández de Molina le conocí en su casa de galante entrada, enrejada, casi moruna… una coca-cola, humo de tabaco y polvos cerámicos hablan de él, también los jarrones pintados en el muro para decorar, muy romanos, que son la tercera dimensión de su casa. Es un hombre de taller, cansado también* de que le “traigan y le lleven” y también* sabedor de la urgente necesidad de legar… pero quién sabe, si ese no sea siempre el último paso del creador.

Ortega es pintor casi bíblico, sus peces llegarían a nadar en el brillo de lo cerámico y el color, que se esparce incontrolable fuera de la forma, adquiriendo la suya propia. Nada tiene que envidiar a nadie, el pequeño taller con patio es paridero de luces y sombras, piezas de belleza con o sin asa, con o son labio, platillos, bandejas, etc., todo al servicio del color y el arte del que pinta en horno.

A José Antonio Cáceres le conocí a través de la cámara, primero de las ajenas y después de la mía propia, que parece se enamoró de sus momentos y quísolos* hacer presentes. Nuevamente un creador integral, más retirado aún pero conectado en su momento con el meollo de todas la actualidad artística. Retiro y obra integral… pueden tener que ver con éste círculo, recientemente cerrado, de poesía, pintura y poesía visual.

Aunque de Antonio quizá te hable algún día.

Urtzi canto

En Bilbao a 3 de febrero de 2021

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