El difuso rostro de la pintura

Me sorprende increíblemente una pintura de Isabel Baquedano, un liencito de pequeñas dimensiones que representa una Eva y un Adan en el paraíso ingrávido de la nada, me recuerda, como no, al mismo tema de Durero, dos ventanucos separados con figuras independientes  y un tratamiento más detallado, pero con ése mismo aire níveo y flotante. Estas escenas, ambas, tienen un punto de dibujo subyacente que me empuja más atrás aún, al mismo Adán y la misma Eva de las pinturas originarias de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo (Segovia). 

Pero esto en realidad trata de pintura, del color impropio pero propio, el color interno; de las formas subyacentes de parecen desbordar a las aparentes; de la fusión de planos entre figura y fondo; incluso de cierto verde moho, en el que no había reparado hasta ver la colección de obras de la autora en la Sala del Bellas Artes de Bilbao.  El dibujo, el de la obra “Adan y Eva” de I. Baquedano, es matissiano, sinuoso y grácil, como de una pluma, como echo de un sólo impulso, y la expresión se traslada a un rostro escueto desde el dinamismo de un cuerpo de color plano. No hay así linea de contorno, ni fondo determinado, sólo una insinuada serpiente que sitúa a los personajes (y al tema) en un espacio dado. Me alegra ver que aquí tampoco la pintura es perfecta, que no faltan un par de pinceladas fuera de lugar, porque en esos lares es donde se bate el artista consigo mismo.

…no faltan un par de pinceladas fuera de lugar, porque en esos lares es donde se bate el artista consigo mismo.

También me sorprende la “Lucrecia”, de Lucas Cranach, una mujer cuya curva parece que baila, con una marcada turgencia a base de color más o menos plano y algunas sombras suaves. También tiene dibujo, se le nota sobre todo en las manos, que sujetan aquello con lo que está apunto de apuñalarse, pero no se preocupen, que ella espera con paciencia a que nos vallamos para acometer el suicido por deshonra, pero de momento espera y parece apelar a la venganza futura de la violencia sufrida. Su cuerpo es pura luz en la nada, la forma es dinamismo y éste último la antesala de la acción. No hay fondo, lo cual enfatiza todas las características propias de la figura y nada más.

Otro ejemplo de color y forma, de línea, es la “escena de lucha” de Kawanabe Kyosai, las habrá más delicadas y en mejor estado, pero ésta, por el tamaño de las figuras y el tamaño del pliego, así como por la simplicidad de la pieza y la ausencia de fondo, centra la atención en aquello que sí hay. La composición es impecable, muy dinámica, los personajes tienen expresiones propias tanto como relación con las de los demás. Los cuerpos son exuberantes, generosos, exacerbados, pero anatómicos. El color (aunque menguado) es preciso, muy cubriente, y los detalles de “turbantes” y vestimentas son my detallados (sin serlo del todo, pero dan perfecta idea de dobleces y superposiciones). Hay matices de luz en las masas de color dentro de las líneas de dibujo, las miradas y los gestos de cuerpo y brazos guían la acción, éste “teatro” detenido.

Por último, no hay espacio, hay papel cuyas cualidades matéricas son el único espacio que necesitan… flotan en el aire, pero reposan lo justo en las evidencias de imperfección del papel. La lucha continuará cuando no miremos

La lucha continuará cuando no miremos.

sábado, 15 de mayo de 2021

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